Un análisis reciente de unos restos humanos encontrados en la ribera del río permitió reconstruir un episodio de violencia ritualizada y control social pocas veces documentado.
Según National Geographic, los restos pertenecen a una mujer que fue torturada, ejecutada y expuesta públicamente hace más de mil años, en lo que habría sido un castigo ejemplarizante.
En 1991, durante excavaciones arqueológicas en el centro de Londres, se descubrieron los restos de una mujer adulta en la ribera medieval del Támesis. El hallazgo se distinguía por su singularidad: el cuerpo no fue enterrado, sino cuidadosamente dispuesto sobre la superficie de la playa, entre láminas de corteza de árbol y esteras de juncos, con almohadillas de musgo en el rostro, la pelvis y las rodillas. Esta disposición sugiere un ritual funerario atípico.
Los restos fueron almacenados en el Museo de Arqueología de Londres (MOLA). Tres décadas después, un nuevo equipo emprendió un análisis detallado que permitió reconstruir el contexto de la muerte. Este es uno de los escasos casos documentados de violencia y exhibición pública contra una mujer en el registro arqueológico medieval.
Identidad, dieta y un hecho sin precedentes
La investigación sobre los restos de una mujer expuesta en la ribera londinense permite reconstruir un episodio de violencia y control social pocas veces documentado en la época (Mant et al 2025)
Las pruebas de datación por radiocarbono realizadas en los materiales asociados al cuerpo situaron su vida entre los años 680 y 810 d.C., durante la Alta Edad Media. Los estudios de isótopos apuntaron a que era originaria de la región londinense y su alimentación se basaba en productos terrestres.
El análisis bioarqueológico reveló un patrón de violencia inusualmente severa y reiterada. Al menos dos agresiones ocurrieron semanas antes de su muerte: la primera dejó fracturas en las escápulas y lesiones en la columna, compatibles con impactos fuertes; la segunda provocó traumatismos en el torso y el cráneo, además de señales de golpes con manos o pies. Un impacto letal en la cabeza marcó el momento de su muerte.
El cuerpo presentaba más de cincuenta lesiones distribuidas por todo el esqueleto. Los expertos concluyeron que se trató de un castigo intencional, no de un ataque accidental o circunstancial.

El simbolismo de una exhibición pública
El tratamiento postmortem del cuerpo, catalogado como UPT90 sk 1278, se aparta de las prácticas funerarias convencionales. En lugar de un entierro, fue colocado en la ribera, entre láminas vegetales, y con elementos protectores en zonas clave del cuerpo. Esta disposición, de acuerdo con los arqueólogos, tenía un carácter simbólico, aunque su significado preciso sigue siendo desconocido.
La elección del lugar también fue deliberada. El cadáver fue colocado en un punto visible durante las mareas altas y bajas, lo que permitía una exhibición intermitente. Esta exposición buscaba disuadir a la población mediante el temor, afirman desde la publicación.
Madeline Mant, coautora del estudio, explicó que el cuerpo fue dispuesto para ser visible en el paisaje, “lo que podría interpretarse como una advertencia a los testigos”. Esta estrategia refuerza la hipótesis de una acción de control social mediante el castigo corporal visible.
Con información de InfoBAE (Argentina)