Un equipo de trabajadores de la empresa Cálidda que instalaba un gasoducto en el norte de Lima, realizó un descubrimiento arqueológico significativo y fortuito: una momia de aproximadamente mil años de antigüedad, perteneciente a la cultura Chancay. El hallazgo subraya la riqueza del patrimonio prehispánico que subyace en el subsuelo de la región metropolitana de Lima.
El descubrimiento se produjo en la zona de Zapallal, en el distrito de Puente Piedra, cuando los operarios trabajaban a unos 50 centímetros de profundidad. Inicialmente, se toparon con un tronco de madera de guarango, un elemento que, según Jesús Bahamonde, director del plan de monitoreo arqueológico de Cálidda, era comúnmente utilizado para señalar la ubicación de tumbas en el pasado.
Al profundizar la excavación hasta los 120 centímetros, el equipo confirmó la presencia de una momia asociada a la cultura Chancay, una civilización preincaica que floreció en el territorio del actual Perú entre los años 1000 y 1470 d.C. La zona de Zapallal ha sido históricamente identificada como un antiguo cementerio, lo que contextualiza este tipo de hallazgos.
Detalles del individuo y su ajuar funerario
Según las declaraciones de Bahamonde a medios locales, la momia corresponde a una mujer de entre 20 y 25 años de edad, con una antigüedad estimada de entre 900 y 1000 años. El cuerpo fue encontrado en posición sentada, conservando su cabello castaño oscuro, y estaba envuelto en un fardo de sogas elaboradas con fibra vegetal.
El ajuar funerario que acompañaba a la momia es particularmente revelador. Incluía cántaros, botellas decoradas, cantimploras, cuencos y platos, algunos de los cuales aún contenían restos de crustáceos, como cangrejos. “Estos elementos ayudan a entender su vinculación con el mar y la dieta que esta persona consumía”, precisó Bahamonde, sugiriendo una conexión directa con los recursos marinos. La momia estaba orientada hacia el oeste, es decir, hacia el mar, lo que podría indicar una significación cultural o espiritual relacionada con esta dirección.
El arqueólogo José Aliaga, también parte del equipo de monitoreo de Cálidda, corroboró estos detalles, destacando el estado de conservación del cuerpo y su contexto. Tras el descubrimiento, las labores de excavación en el sitio fueron suspendidas de inmediato para permitir el adecuado rescate y estudio arqueológico.
Compromiso con el patrimonio arqueológico
Marcio Mayta, coordinador de Gestión Ambiental y Arqueología de Cálidda, enfatizó que la empresa opera bajo un estricto plan de monitoreo arqueológico. Este plan implica el acompañamiento constante de un equipo de arqueólogos en todas las obras de ingeniería. “Al identificarse algún hallazgo arqueológico, se puede detener la obra y se procede a su verificación con el objetivo de salvaguardar el patrimonio arqueológico que se encuentra en el subsuelo”, explicó Mayta.
Desde el inicio de sus operaciones en Lima en 2004, Cálidda ha registrado más de 2.200 hallazgos arqueológicos accidentales, lo que demuestra la vasta riqueza cultural enterrada en la capital peruana y la necesidad de protocolos rigurosos para su protección. La presencia de especialistas en arqueología dentro de su equipo de trabajo es una medida proactiva para gestionar estos encuentros inesperados con el pasado.
Con información de InfoBAE