Paleontólogos descubrieron un reptil del Triásico, el Mirasaura grauvogeli, que replantea todo lo que se creía saber sobre la evolución de las estructuras cutáneas.
Con una antigüedad de 247 millones de años, este animal pre-dinosaurio poseía una cresta dorsal con apéndices estructuralmente complejos, una característica que rompe con el esquema tradicional de reptiles escamosos y aves emplumadas. El hallazgo, liderado por los doctores Stephan Spiekman y Rainer Schoch del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart (Alemania), fue publicado en revista Nature.
Una cresta sin precedentes
Los fósiles, hallados en el noreste de Francia, pertenecen a un grupo de reptiles conocidos como drepanosauromorfos, criaturas de anatomía inusual y arborícolas. A diferencia de sus parientes, el Mirasaura grauvogeli presentaba una cresta a lo largo de su espalda compuesta por apéndices que, a primera vista, se asemejan a plumas, pero no lo son. La clave de este descubrimiento radica en el análisis de estas estructuras. Los científicos encontraron que estaban compuestas de queratina, el mismo material que se encuentra en el pelo, las plumas y las escamas. Sin embargo, carecían de las ramificaciones microscópicas que definen a las plumas.
El fósil también conservó una fina película de melanosomas (orgánulos que contienen pigmentos de melanina), lo que sugiere que estos apéndices eran de un color visible, quizás con fines de exhibición. Los investigadores proponen que la cresta no servía para el vuelo o el camuflaje, sino para la señalización visual, ya sea para atraer a una pareja o advertir a un competidor.
Un nuevo capítulo en la paleontología

Hasta ahora, se pensaba que las estructuras cutáneas complejas como el pelo o las plumas habían evolucionado de manera independiente y exclusiva en los mamíferos y en los linajes de aves y dinosaurios. El Mirasaura grauvogeli desafía esta noción al proporcionar la primera evidencia directa de que este tipo de apéndices ya existía en una etapa muy temprana de la evolución de los reptiles, en un grupo no directamente relacionado con las aves.
El “reptil maravilloso de Grauvogel”, como se traduce su nombre, no solo arroja luz sobre la evolución de la piel, sino que también nos recuerda lo sorprendente y diversa que puede ser la evolución convergente, un fenómeno por el cual especies no relacionadas desarrollan rasgos similares para adaptarse a entornos o necesidades similares. Este hallazgo abre un nuevo camino para la investigación, sugiriendo que muchos otros reptiles del pasado podrían haber tenido una diversidad de formas y comportamientos mucho mayor de la que se había imaginado.
Con información de Revista Nature

