Una nueva especie de lagarto gigante que vivió hace unos 80 millones de años en lo que hoy es Utah, Estados Unidos, ha sido bautizado como Bolg amondol, un nombre inspirado en el universo de “El Señor de los Anillos”.
Este lagarto, del tamaño de un mapache, pertenecía al grupo de los monstersauros, reptiles acorazados que convivieron con los dinosaurios en los bosques tropicales del Cretácico Superior. Sus restos fueron encontrados en el Monumento Nacional Grand Staircase-Escalante y estaban guardados en el Museo Nacional de Historia Natural de Utah.
El descubrimiento se publicó en la revista científica Royal Society Open Science y fue liderado por el Instituto de Dinosaurios del Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles. El investigador Hank Woolley encontró un frasco etiquetado como “lagarto” en el museo y, al analizarlo, descubrió que contenía fragmentos de cráneo, vértebras, extremidades y osteodermos (placas óseas).
El estudio aporta datos sobre el ecosistema único de hace 76 millones de años en el que vivió y coexistió con otras especies de lagartos de gran envergadura, destacó Randy Irimis, del NHMU y también autor del artículo.
La nueva especie medía un metro de punta a cola, “quizá incluso más, dependiendo de la longitud de la cola y el torso”, que para los estándares modernos de lagartos es muy grande y algo con “lo que no querrías meterte”, resumió Woolley, uno de los firmantes, en un comunicado.
Gracias a estos restos, los científicos pudieron estudiar mejor la evolución de los lagartos gigantes y su relación con especies actuales como el Monstruo de Gila, un lagarto venenoso que vive en el sur de EE.UU. y el norte de México.
Los monstersauros se caracterizaban por su gran tamaño y rasgos como una armadura poligonal pegada al cráneo y dientes afilados en forma de aguja, aunque su historia se remonta a unos cien millones de años, su registro fósil está incompleto por lo que el descubrimiento de Bolg es de gran importancia.
Lo más sorprendente es que el pariente más cercano del Bolg amondol se encuentra en el desierto de Gobi, en Asia. Esto sugiere que incluso los animales pequeños podían viajar entre continentes durante el Cretácico, cuando estaban conectados por tierra.
Este hallazgo no solo amplía el conocimiento sobre los lagartos prehistóricos, sino que también revela que existía un ecosistema estable y diverso, donde varias especies de lagartos grandes coexistían y aprovechaban distintos hábitats y presas.

