Guaguas de pan y colada moradaGuaguas de pan y colada morada

En Ecuador, las festividades dedicadas a los difuntos, conocidas popularmente como el Día de los Difuntos o de los Finados el 2 de noviembre y el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre, son mucho más que una simple conmemoración religiosa. Son una celebración vibrante donde se fusionan profundas raíces preincaicas con las tradiciones católicas traídas por los colonizadores españoles, creando un mosaico cultural único que perdura hasta nuestros días.

Para comprender la riqueza de esta celebración, es esencial retroceder en el tiempo. Las culturas que habitaron el territorio ecuatoriano, desde los complejos señoríos étnicos de la costa (como los Manteños-Huancavilcas) hasta las sociedades andinas (como los Cañaris y Quitus), compartían una visión del mundo donde la muerte no era un final absoluto, sino una transición. La conexión entre los vivos y los muertos era fundamental para el equilibrio cósmico. Se creía que los ancestros seguían participando activamente en la vida comunitaria, influenciando las cosechas, la salud y la prosperidad.

Evidencia arqueológica de sitios como La Tolita o el cerro Jaboncillo revela complejos ritos funerarios que incluían ofrendas de alimentos, objetos personales y entierros elaborados. Estos ritos no solo buscaban honrar al difunto, sino también asegurar su buen tránsito al “otro lado” y mantener el favor de los antepasados. La memoria de los muertos era venerada, y su papel como mediadores entre el mundo terrenal y el espiritual era crucial. Es en esta concepción ancestral donde encontramos el germen de la idea de alimentar al difunto, de compartir con él los frutos de la tierra.

Con la llegada de nuestros ancestros del otro lado del Atlántico, el catolicismo se impuso, trayendo consigo las festividades de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. Estas fechas, establecidas por la Iglesia Católica en Europa para conmemorar a los mártires y rezar por las almas del purgatorio, encontraron un terreno fértil para sincretizarse con las prácticas indígenas. Los evangelizadores, en su afán de convertir a la población, a menudo superponían las fechas y los conceptos cristianos a las festividades nativas ya existentes, que por coincidencia festejaban a sus muertos también en noviembre.

La tradición de llevar comida a los cementerios o preparar banquetes en casa para los difuntos es un claro ejemplo de este sincretismo. Aunque la Iglesia no promovió la idea de “alimentar” a los muertos, la costumbre preincaica de ofrecer provisiones a los ancestros se fusionó con la caridad cristiana de rezar por las almas. Así, la mesa compartida con los “finados” se convirtió en un acto de devoción y recuerdo, donde la comida se presenta como un puente entre ambos mundos.

Dos elementos icónicos de esta celebración en el Ecuador andino son la colada morada y las guaguas de pan. La colada morada, una bebida dulce y espesa elaborada con maíz negro, frutas y especias, tiene sus raíces en las bebidas ancestrales de chicha de maíz o de chonta utilizadas en rituales andinos, adaptándose con la introducción de nuevas frutas y endulzantes. Las guaguas de pan, figuras de pan con forma de niños o “bebés”, también tienen un profundo significado. Su origen está en el pan de ánimas que trajeron los españoles, algunos historiadores sugieren que estas figuras podrían ser una reinterpretación de los “muñecos” que se utilizaban en ceremonias funerarias precolombinas, mezcladas con la tradición europea de ofrecer pan bendecido. La vestimenta y decoración de las guaguas de pan a menudo reflejan la vestimenta tradicional mestiza, reforzando su conexión con la identidad local.

Hoy, estas celebraciones en Ecuador no solo honran a los muertos, sino que también reafirman la identidad cultural de un pueblo. Son un momento de unión familiar, de recuerdo, de espiritualidad y de expresión artística a través de la gastronomía. La herencia preincaica y la influencia hispana se entrelazan para dar vida a una festividad que, lejos de ser sombría, celebra la vida a través de la memoria de quienes ya no están. Es una danza entre el pasado profundo y el presente, donde cada bocado de colada morada y cada guagua de pan nos recuerdan que nuestros ancestros siguen siendo parte fundamental de nuestro ser.

Panets de mort, Menorca, España. Foto: Tiberis, i cuina Menorquina
Panets de mort, Menorca, España. Foto: Tiberis, i cuina Menorquina

El puente ibérico: el Pan de Ánimas

Para entender el origen exacto de las icónicas guaguas de pan del Ecuador, debemos dirigir la mirada hacia la península ibérica y la antigua tradición del Pan de Ánimas o Pan de Difunto.

Esta costumbre ancestral española, que se remonta a la Edad Media, era primordial en las conmemoraciones de Todos los Santos y Fieles Difuntos. El Pan de Ánimas era un tipo de pan, a menudo simple o bendecido, que se cocinaba y se ofrecía por la salvación de las Almas del Purgatorio. La práctica consistía en una ofrenda Religiosa en forma de pan que se llevaba a la iglesia para ser bendecido y se colocaba en las casas para honrar y dar sustento simbólico a las almas que, se creía, regresaban por un día a visitar sus hogares. Una parte del pan se destinaba a la caridad, dándose a los pobres a cambio de que rezaran por las almas de los difuntos de la familia. Esta costumbre fusionaba la devoción a los muertos con la obligación cristiana de la caridad.

    Aunque las formas y los ingredientes del Pan de Ánimas variaban según la región de España, la idea fundamental era la misma: el pan como un vehículo tangible de la memoria y la intercesión por el difunto.

    Cuando los misioneros y colonizadores españoles introdujeron esta práctica en los Andes, el concepto del Pan de Ánimas se encontró con las tradiciones indígenas locales de ofrendar figuras y alimentos a los ancestros. El resultado de este sincretismo fue la guagua de pan. Mientras que el pan español era a menudo simple, la destreza artesanal y el simbolismo ancestral de las figuras antropomorfas (representaciones humanas utilizadas en ritos preincaicos) transformaron el humilde “pan de ánimas” en la colorida y elaborada “guagua” (palabra quechua para “niño” o “bebé”).

    By Danny Ayala Hinojosa

    Director de Ciencia1.com Apasionado por la ciencia y la tecnología, los viajes y la exploración de ideas en general. Profesional en IT: aplicaciones web y análisis de datos. Hoy emprendiendo en periodismo digital.