Un nuevo estudio publicado en la revista científica Nature ha revelado un hallazgo sorprendente: los ríos del planeta están liberando grandes cantidades de carbono que ha estado almacenado durante miles de años.
Este carbono, llamado “carbono antiguo” o “petrogénico”, proviene de rocas, turberas y suelos profundos. Según el estudio, los ríos liberan a la atmósfera hasta 1 gigatonelada (Gt) e carbono cada año. Esto significa que es probable que los océanos, las plantas y los suelos absorban alrededor de 1 Gt más de CO₂ de la atmósfera cada año, más de lo que se estimaba, compensano este impacto.
El equipo de investigadores, liderado por el geógrafo Josh Dean de la Universidad de Bristol, analizó más de 700 segmentos de ríos en 26 países, incluyendo el Amazonas en Brasil y el Wuding en China. Utilizando técnicas de datación por radiocarbono, descubrieron que aproximadamente el 60% del dióxido de carbono (CO₂) emitido por estos ríos no proviene de materia orgánica reciente, como se pensaba antes, sino de carbono que ha estado atrapado por más de 55.000 años.
Este fenómeno implica que los ecosistemas terrestres podrían estar absorbiendo más CO₂ del que se creía, para compensar estas emisiones invisibles. Los científicos advierten que el calentamiento global, la erosión de rocas, el deshielo del permafrost y la moificación de humedales podrían estar acelerando esta liberación de carbono antiguo.
Aunque aún se necesita más investigación para entender completamente el impacto humano en este proceso, el estudio plantea nuevas preguntas sobre cómo nuestras acciones están alterando los ciclos naturales del carbono.
Este descubrimiento cambia la forma en que entendemos el papel de los ríos en el equilibrio climático global y destaca la necesidad de proteger los paisajes naturales que almacenan carbono desde hace milenios.
La acidez de lluvias y ríos como probable contribución
La acidez del agua de lluvia y de los ríos puede contribuir a la liberación de carbono al reaccionar químicamente con las rocas y suelos, especialmente cuando se trata de lluvia ácida.
La acidez del agua se mide por su pH. El agua pura tiene un pH cercano a 7, pero la lluvia natural suele tener un pH ligeramente ácido (alrededor de 5.6) debido al dióxido de carbono del aire. Sin embargo, se forma lluvia ácida con un pH mucho más bajo, causada por gases como el dióxido de azufre (SO₂) y los óxidos de nitrógeno (NOₓ) que se transforman en ácidos sulfúrico y nítrico, siendo estos gases naturalmente obtenidos de los volcanes y procesos biológicos.
La lluvia ácida puede acelerar la disolución de minerales en las rocas y suelos. Cuando estos minerales contienen carbono orgánico o inorgánico (como carbonatos), la reacción química puede liberar dióxido de carbono (CO₂) o metano (CH₄) a la atmósfera. En los ríos, este proceso se intensifica si el agua ya es ácida por causas naturales o humanas, como el drenaje de turberas o la contaminación industrial.
Con información de revista Nature
