En un experimento que parece sacado de una novela de ciencia ficción, operadores en Filipinas, con salarios mensuales de aproximadamente 250 dólares, están reponiendo remotamente botellas de refresco en tiendas japonesas mediante el control de brazos robóticos.
Esta práctica, aún en fase de prueba, representa una intersección crítica entre la globalización laboral, la robótica y la inteligencia artificial. Desde el punto de vista humano, este modelo plantea preguntas éticas sobre la estabilidad de empleos y salarios y la dependencia de tareas repetitivas y mal remuneradas. Aunque permite a personas en países en desarrollo acceder a empleos internacionales sin migrar, también puede deshumanizar el trabajo al reducirlo a comandos digitales.
En el plano tecnológico, la teleoperación es solo el primer paso. Los datos generados por estos operadores humanos están siendo utilizados para entrenar algoritmos de inteligencia artificial que, eventualmente, automatizarán por completo la tarea. Esto acelera el desarrollo de sistemas autónomos, pero también anticipa la desaparición de estos mismos empleos remotos, dejando a los trabajadores sin una transición clara hacia nuevas oportunidades.
Este también es un problema de los sistemas educativos públicos; existe un divorcio entre lo que la sociedad requiere para progresar, lo que la universidad ofrece y lo que los jóvenes esperan hacer su futuro. La sociedad requiere más especialistas en inteligencia artificial, robótica, ingeniería, junto con profesionales en carreras clásicas como medicina, arquitectura o administración; el sistema educativo por su parte provee un desproporcionado número de profesionales en áreas de difícil ocupación laboral; mientras que los más jóvenes se encuentran en la encrucijada de optar por una profesión compleja pero útil socialmente o una carrera universitaria disponible pero sin futuro laboral aparente …o ser influencer de redes sociales. Escenario muy complejo.
Este caso ilustra cómo la tecnología puede conectar mundos distantes, pero también cómo puede reemplazar rápidamente a quienes la hacen posible. El reto está en diseñar un futuro donde la automatización no solo sea eficiente, sino también que tenga perspectiva de las necesidades humanas.

