Un equipo internacional de arqueólogos ha descubierto pruebas contundentes de canibalismo en la cueva El Mirador, ubicada en la Sierra de Atapuerca, España.
Este hallazgo, publicado en Scientific Reports, revela que hace más de 5.700 años, durante el Neolítico, al menos once individuos fueron procesados y posiblemente consumidos por otros humanos.
Los restos humanos analizados —más de 650 huesos con marcas culturales— muestran señales claras de manipulación: cortes, fracturas por percusión, quemaduras, pulido por cocción y marcas de dientes humanos. Estas evidencias indican que los cuerpos fueron desmembrados, cocinados y posiblemente comidos, en un episodio que los investigadores consideran aislado pero significativo.
“Las modificaciones observadas no se corresponden con rituales funerarios comunes ni con heridas de combate. Todo apunta a un proceso completo de carnicería humana”, explica Palmira Saladié, autora principal del estudio.
Los restos pertenecen a adultos, adolescentes y niños, lo que sugiere que no se trató de una selección por edad o vulnerabilidad. Además, los análisis de isótopos de estroncio indican que las víctimas eran locales, lo que descarta que fueran prisioneros o extranjeros.
Aunque el canibalismo en la prehistoria europea ha sido documentado en otros sitios, este caso destaca por su contexto: los huesos fueron hallados mezclados con sedimentos y restos de actividades ganaderas, lo que sugiere que el episodio ocurrió en un momento de transición cultural. Los investigadores descartan que se tratara de una respuesta a la hambruna, ya que no hay señales de estrés nutricional en los restos ni en el entorno ecológico.
“No encontramos signos de escasez alimentaria. El entorno ofrecía recursos suficientes y los cuerpos no muestran patologías asociadas a malnutrición”, señala Ethel Allué, especialista en paleoambientes.
El equipo propone que este acto de canibalismo podría estar vinculado a conflictos entre grupos humanos. Aunque no se hallaron heridas perimortem, el perfil demográfico y la dispersión de los restos sugieren un evento violento, posiblemente una masacre seguida de consumo ritual o simbólico.
“Es posible que estemos ante un caso de canibalismo de guerra, donde un grupo fue exterminado y sus cuerpos utilizados como parte de un ritual”, plantea Francesc Marginedas, coautor del estudio.
Este descubrimiento aporta una nueva perspectiva sobre las tensiones sociales en el Neolítico ibérico, una época marcada por el cambio hacia la agricultura, el aumento poblacional y los conflictos territoriales. La cueva El Mirador, que luego fue usada como corral y espacio funerario, guarda en sus capas arqueológicas una historia compleja de violencia, ritual y transformación cultural.
Con información de revista Nature

