Los bebés que nacen con cataratas congénitas densas —una condición que les impide ver durante los primeros meses de vida— pueden recuperar la visión tras una cirugía y, aun así, desarrollar habilidades visuales sorprendentes.

La investigación, publicada en la revista Nature Communications, fue liderada por neurocientíficos de la Universidad de Lovaina (UCLouvain) en colaboración con la Universidad de Gante, la KU Leuven y la Universidad McMaster de Canadá. El hallazgo ofrece esperanza para miles de familias en todo el mundo y abre la puerta a nuevas terapias visuales más personalizadas.

Las cataratas congénitas bilaterales densas son una de las principales causas de ceguera infantil. En estos casos, los bebés pasan varios meses sin poder ver hasta que se someten a cirugía. Los especialistas temían que esta falta de estímulo visual dejara secuelas irreversibles en el desarrollo cerebral.

Sin embargo, el estudio demuestra que el cerebro infantil es mucho más adaptable de lo que se pensaba. Aunque algunas áreas relacionadas con los detalles visuales —como contornos y contrastes— muestran alteraciones permanentes, otras regiones responsables del reconocimiento de rostros, objetos y palabras funcionan casi con normalidad.

Lo que revelan las imágenes cerebrales

Los investigadores compararon a personas que habían sido operadas de cataratas congénitas en la infancia con otras que nacieron con visión normal. Mediante imágenes cerebrales y modelos informáticos basados en redes neuronales artificiales, observaron que el área encargada de procesar los pequeños detalles visuales quedaba afectada.

En contraste, las zonas más desarrolladas del sistema visual, como las que permiten identificar rostros y leer palabras, mostraban una sorprendente capacidad de recuperación. Esto sugiere que el cerebro no tiene un único “período crítico” para el desarrollo visual, sino que algunas funciones pueden adaptarse incluso después de meses de privación sensorial.

“El cerebro de los bebés es mucho más adaptable de lo que pensábamos”, explicó Olivier Collignon, profesor de la Universidad de Lovaina. “Incluso si carecen de visión al principio de la vida, el cerebro puede aprender a reconocer el mundo que le rodea con información incompleta”.

Este descubrimiento abre nuevas posibilidades para diseñar terapias visuales adaptadas a cada paciente. Los médicos podrían enfocarse en estimular las áreas más vulnerables del cerebro, mientras aprovechan la capacidad de recuperación de otras regiones.

Además, el estudio cuestiona la idea rígida de que existe un único momento crítico para el desarrollo visual. En su lugar, plantea que el cerebro infantil tiene múltiples ventanas de oportunidad para aprender y reorganizarse.

Con información de Nature Communications

By Danny Ayala Hinojosa

Director de Ciencia1.com Apasionado por la ciencia y la tecnología, los viajes y la exploración de ideas en general. Profesional en IT: aplicaciones web y análisis de datos. Hoy emprendiendo en periodismo digital.