Bosque en los suburbios de Maryland. Foto: Danny Ayala Hinojosa

Un estudio liderado por el psicólogo Miles Richardson ha revelado que la relación entre los seres humanos y la naturaleza ha sufrido un declive constante desde el año 1800, y podría haber llegado a un punto de no retorno.

Utilizando un modelo computacional llamado “modelo basado en agentes” (ABM), los investigadores liderados por Richardson, de la Universidad de Derby, simularon cómo factores como la urbanización, el acceso a espacios verdes y la transmisión intergeneracional de valores influyen en nuestra conexión con el entorno natural.

El estudio se basa en el concepto de “extinción de la experiencia”, que describe cómo la falta de contacto con la naturaleza reduce nuestra capacidad de apreciarla y cuidarla. A medida que las ciudades crecen y los espacios verdes disminuyen, las personas tienen menos oportunidades de interactuar con el mundo natural. Esto no solo afecta su bienestar, sino también su disposición a proteger el medio ambiente.

Un modelo que viaja en el tiempo

El equipo de Richardson creó un modelo que simula el comportamiento de individuos y familias desde 1800 hasta 2020, y proyecta escenarios hasta el año 2125. El modelo toma en cuenta datos históricos de urbanización en EE. UU., el acceso a la naturaleza, la orientación personal hacia el entorno natural y cómo los padres transmiten estos valores a sus hijos.

Los resultados fueron sorprendentes: incluso con intervenciones como aumentar el acceso a espacios verdes o fomentar la atención hacia la naturaleza, la desconexión persiste hasta 2050. Sólo cuando se combinan esfuerzos masivos de urbanismo verde con programas educativos y familiares que refuercen la conexión con la naturaleza, se observa una recuperación significativa a partir de mediados de siglo.

Richardson advierte que “la desconexión con la naturaleza no es solo un problema individual, sino un fenómeno sistémico que se ha acumulado durante generaciones”. Según el estudio, el factor más determinante en la pérdida de conexión es la transmisión intergeneracional: si los padres no están conectados con la naturaleza, es muy probable que sus hijos tampoco lo estén, incluso si viven cerca de espacios verdes.

¿Hay esperanza?

Sí, pero requiere un cambio profundo. El modelo sugiere que si se logra aumentar diez veces el acceso a la naturaleza y se mejora la conexión de los niños mediante programas escolares y familiares, se puede revertir la tendencia. A partir de 2050, estos cambios podrían generar un ciclo virtuoso, donde cada generación fortalezca la relación con el entorno.

Este estudio ofrece una herramienta poderosa para diseñar políticas públicas que integren la naturaleza en la vida cotidiana, desde la planificación urbana hasta la educación. Como concluye Richardson, “la recuperación es posible, pero necesita ser sostenida, sistémica y comenzar ahora”.

By Danny Ayala Hinojosa

Director de Ciencia1.com Apasionado por la ciencia y la tecnología, los viajes y la exploración de ideas en general. Profesional en IT: aplicaciones web y análisis de datos. Hoy emprendiendo en periodismo digital.