Un nuevo estudio publicado en la revista npj Climate and Atmospheric Science ha revelado que los modelos climáticos que usamos para entender y proyectar el futuro del planeta presentan errores sistemáticos en sus tendencias.
Estos errores, que afectan variables como la temperatura del mar, los vientos y las precipitaciones, aparecen incluso en pronósticos de corto plazo, lo que sugiere que no son simples fallas aleatorias, sino sesgos persistentes en la forma en que los modelos representan la realidad.
Los investigadores Jonathan D. Beverley, Matthew Newman y Andrew Hoell analizaron pronósticos estacionales realizados entre 1993 y 2016 y encontraron que los mismos errores que se observan en simulaciones históricas de largo plazo también aparecen en estos pronósticos inicializados. En palabras sencillas: los modelos climáticos tienden a “equivocarse” de manera consistente, y esas equivocaciones se desarrollan rápidamente, a veces en cuestión de semanas.
Los científicos observaron que, por ejemplo, en el océano Pacífico tropical, los modelos suelen proyectar un debilitamiento del gradiente de temperatura de este a oeste, mientras que las observaciones muestran lo contrario: un fortalecimiento. Este tipo de discrepancia es crucial porque afecta fenómenos globales como El Niño y la circulación atmosférica, que a su vez influyen en sequías, lluvias extremas y olas de calor en distintas regiones del mundo.
El estudio también halló errores en otras zonas: el Atlántico, el Índico y el océano Austral, además de sesgos en los patrones de viento y en la distribución de las precipitaciones. Estos problemas no son menores, ya que las proyecciones climáticas se utilizan para diseñar políticas públicas, preparar a las comunidades frente a desastres naturales y planificar la adaptación al cambio climático.

Sesgos, no variabilidad climática
Los autores destacan que estos errores no parecen deberse únicamente a la variabilidad interna del clima —es decir, a los cambios naturales impredecibles—, sino a cómo los modelos ajustan sus sesgos frente a los forzamientos externos, como el aumento de dióxido de carbono o aerosoles. “Los errores de tendencia reflejan la sensibilidad de los sesgos del modelo a los cambios en el forzamiento externo”, señalan Beverley y sus colegas.
Además, advierten que si estos sesgos han evolucionado de manera casi lineal en las últimas décadas, es posible que continúen en el futuro, afectando las proyecciones de largo plazo. Por ello, proponen que todos los modelos climáticos que participen en el próximo proyecto internacional CMIP7 también se prueben como modelos de predicción estacional, para detectar y corregir los errores desde etapas tempranas.
Implicaciones
Este hallazgo abre la puerta a mejorar la precisión de los modelos climáticos. Si se logra reducir los sesgos sistemáticos, las predicciones sobre fenómenos como El Niño, las lluvias monzónicas o las sequías en África y América podrían ser mucho más confiables. En un mundo donde las decisiones sobre infraestructura, agricultura y gestión del agua dependen de estas proyecciones, la importancia de este avance es evidente.
Los investigadores concluyen que entender y corregir estos errores es esencial para no confundir las tendencias reales del clima con las fallas de los modelos. En otras palabras, si queremos anticipar el futuro con mayor certeza, primero debemos reconocer dónde y cómo nos estamos equivocando.
Con información de npj Climate and Atmospheric Science
