Obesidad y enfermedad hepática. Imagen: IA / Danny Ayala HinojosaObesidad y enfermedad hepática. Imagen: IA / Danny Ayala Hinojosa

Un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania y colaboradores internacionales ha dado un paso sorprendente en la comprensión de cómo los fármacos para la obesidad afectan al cerebro.

El estudio publicado en Nature Medicine analizó por primera vez la actividad eléctrica directamente en el núcleo accumbens —una región clave del sistema de recompensa— en pacientes tratados con tirzepatida, un medicamento basado en incretinas que ya se utiliza para la diabetes tipo 2 y la pérdida de peso.

La investigación se centró en un caso clínico único: una mujer con obesidad severa y diabetes que había sido sometida a cirugía bariátrica sin éxito duradero. Durante el tratamiento con tirzepatida y la implantación de un sistema de estimulación cerebral profunda (rDBS), los científicos observaron cómo cambiaba la actividad neuronal en momentos de “preocupación intensa por la comida”, un fenómeno que los pacientes describen como “ruido alimentario” o pensamientos persistentes sobre comer.

¿Qué descubrieron?

En los primeros meses tras la cirugía y con un aumento de la dosis de tirzepatida, la paciente experimentó una notable reducción en los episodios de obsesión por la comida. Curiosamente, las señales eléctricas en el núcleo accumbens —especialmente en la banda de baja frecuencia delta–theta (≤7 Hz)— se mantenían estables, sin diferencias entre estados de reposo y momentos de fuerte deseo de comer. Esto coincidió con una pérdida de peso del 7% respecto al inicio.

Sin embargo, a partir del quinto mes, los investigadores detectaron un cambio: reaparecieron los episodios de preocupación intensa por la comida y, junto con ellos, un aumento significativo en la actividad delta–theta. Este patrón eléctrico se convirtió en un biomarcador claro de la obsesión alimentaria, incluso antes de que la paciente reportara los síntomas con mayor frecuencia.

El doctor Casey H. Halpern, neurocirujano y autor principal, explicó:

“Nuestros hallazgos sugieren que la tirzepatida puede modular la actividad del circuito de recompensa en el cerebro, pero también que existe un fenómeno de tolerancia: tras un tiempo, la obsesión por la comida puede reaparecer pese al tratamiento”.

Por su parte, la doctora Katherine Scangos añadió:

“La identificación de este biomarcador abre la posibilidad de diseñar terapias más precisas, incluso combinando fármacos con estimulación cerebral adaptativa”.

Los investigadores subrayan que este es un estudio preliminar y que se necesita más evidencia para confirmar si el hallazgo se aplica a otros pacientes y a otros medicamentos similares.

Implicaciones

El descubrimiento es relevante porque hasta un 60% de las personas con obesidad presentan episodios de preocupación excesiva por la comida, que pueden derivar en atracones o pérdida de control. Comprender cómo los fármacos actúan sobre el cerebro podría mejorar los tratamientos y ofrecer nuevas estrategias para los trastornos de la alimentación.

Además, el estudio plantea que los biomarcadores cerebrales —como la oscilación delta–theta— podrían servir en el futuro para personalizar terapias y anticipar recaídas. Aunque la técnica utilizada (electroencefalografía intracraneal) es invasiva y poco escalable, los autores sugieren que podrían desarrollarse métodos no invasivos para detectar señales similares.

Con información de Nature Medicine

By Danny Ayala Hinojosa

Director de Ciencia1.com Apasionado por la ciencia y la tecnología, los viajes y la exploración de ideas en general. Profesional en IT: aplicaciones web y análisis de datos. Hoy emprendiendo en periodismo digital.