La principal clasificación de los volcanes es por su forma: estratovolcán, volcán escudo, caldera volcánica, cono de escorias, volcán maar y cuello volcánico. Otra clasificación muy utilizada es por su forma de erupción: estromboliana, hawaiana, peleana, pliniana y vesubiana. Sin embargo, un volcán puede cambiar de un tipo de erupción a otro, incluso durante una misma erupción.
Según la naturaleza de sus explosiones, se suele calificar a un volcán como efusivo, cuando expulsa su contenido de forma no explosiva, o explosivo, cuando lo hace de manera violenta. Esta clasificación está directamente relacionada con el tipo de erupción.
De acuerdo con el contenido químico de sus materiales, una lava puede ser dacítica, andesítica, riolítica, entre otras. Esta clasificación es más compleja, ya que requiere numerosos estudios e investigaciones en laboratorio para determinar la composición química de las rocas volcánicas. A menudo, un volcán puede expulsar distintos tipos de materiales a lo largo de su vida. Por ejemplo, el volcán Reventador ha expulsado material andesítico, seguido de material dacítico, y luego nuevamente material andesítico.
Otra forma útil de clasificar un volcán es según su actividad, ubicándolo en los diversos periodos geológicos de la Tierra. Por ejemplo, en el Ecuador existen volcanes del Oligoceno, hace 26 millones de años, todos extintos; del Plioceno, hace 5 millones de años; y del Holoceno, que han erupcionado hasta hace 10.000 años e incluso en tiempos históricos. Esta clasificación es el resultado de estudios previos de petrología de las rocas que componen el volcán y es importante porque identifica los volcanes que podrían volver a erupcionar a corto y mediano plazo.
