En las tranquilas tierras cerca de Hartsville, Tennessee, se alzó un sueño ambicioso que terminó en un silencio sepulcral. El Hartsville Nuclear Plant, un proyecto de la Tennessee Valley Authority (TVA), prometía ser el coloso de la energía nuclear con cuatro reactores de General Electric.
Un gigante que nunca despertó
Todo comenzó como una visión de progreso en los años 60, la TVA (Tennessee Valley Authority) previó un boom eléctrico en los 1980s y para satisfacer esta demanda, ordenaron siete plantas nucleares, incluyendo Hartsville. En 1969, compraron tierras a orillas del río Cumberland, y en 1974 presentaron un ambicioso plan: cuatro reactores que juntos generarían casi 5 gigavatios de energía, suficientes para iluminar millones de hogares, tendrían torres de enfriamiento de 535 pies de altura y sistemas de enfriamiento. Los generadores, fabricados por la suiza Brown, Boveri & Cie, estaban diseñados para un máximo de 1,285 megavatios por unidad. Era un proyecto colosal, pensado para ser la planta nuclear más grande del mundo.
La construcción arrancó en abril de 1977 con gran entusiasmo. Casas fueron demolidas, pozos de enfriamiento excavados, y las bases de las estaciones de bombeo comenzaron a tomar forma. Pero el destino tenía otros planes.
El golpe fatal: miedo y realidad
El desastre de Three Mile Island en 1979 cambió todo. El accidente nuclear despertó un miedo masivo y un movimiento antinuclear que puso a Hartsville bajo escrutinio. La opinión pública se volvió en contra, y los costos, que ya habían escalado a 13.8 mil millones de dólares (equivalentes a 43.57 mil millones en 2024), parecían insostenibles frente a un sistema eléctrico que la TVA había construido por mucho menos.
El golpe final llegó cuando se descubrió que la demanda eléctrica proyectada para los 80 nunca existió. En marzo de 1983, la TVA canceló indefinidamente las Unidades B del proyecto. El 29 de agosto de 1984, el sueño terminó oficialmente. Las estructuras quedaron abandonadas, con agujeros abiertos y torres a medio construir como testigos mudos.
Un legado de silencio y cambio
Hoy, el sitio de Hartsville es un recuerdo olvidado. Parte de la tierra, 550 acres de los 1,940 originales, se vendió en 1984 por 1.7 millones de dólares para crear el PowerCom Industrial Center. En 2002, se propuso una planta de enriquecimiento de uranio con una inversión de 1.1 mil millones pero la oposición pública lo trasladó a Nuevo México en 2003. Desde 2016, un centro correccional privado opera en el lugar.
Pero en septiembre de 2025, la última torre de enfriamiento fue derribada por implosión , marcando el fin de una era. Sin planes futuros anunciados, Hartsville queda como un símbolo de ambición truncada, donde el progreso se desvaneció en el polvo.
Con información de Wikipedia


